lunes, septiembre 15, 2008

¿Esta mal que espere que le duela?

Saben una cosa? No sé dónde, no sé con qué, no sé cómo pero seré quien le cause una herida. Estoy como un animal expectante esperando el momento justo para atacar y despedazar a la presa. Causarle el dolor más extremo. Atravesarle la garganta y rabiosamente quitarle sonidos, dejarle lastimada la encía y la lengua. Hundirle mis manos en su vientre de falsa madre, arrancarle las vísceras dándole el mínimo indicio de toda la desilusión que causo. Que haya sido olvidada por su madre no evitara que la deje en carne viva ni podrá evitar mi impulso de girarle el cuello. Aunque mire con cara de arrepentimiento quiero que entienda que no tolero, más, su infantil incapacidad de no hacerse cargo, ni la brutalidad de sus sentimientos hacia terceros.
Antes no hubiera dicho nada, antes no hubiera intentado esta cacería, hasta hubiera seguido siendo cordial. Pero eso era antes, hoy hizo que la realidad me desgarre la piel, que me arda hasta el fondo de las entrañas. Por eso con todo este dolor estallando en ciento de emociones, con un nudo en la garganta y sin posibles disculpas. En medio de un grito que no se escucha pero llena de aire los pulmones esperando que explote como un globo doliente o como un destino inevitable con mis manos rojas en una reiteración estoy deseando que entienda, qué deje de ver solo lo que quiere ya que su calma es la nefasta culminación de mi tolerancia. En un momento justo inexistente quiero arrancarle los ojos porque todo lo que pudo ser esta roto, callado y, aún, no es lo que quiero, ahora, que sea. Hay palabras rotas, heridas internas que pusieron fin a una temporada de diálogo, respeto y paciencia. Pensé en su muerte, ya establecida en mí, y me quede con el cadáver en la mano, así, sin saber que hacer pero tengo esta rabia, me siento absolutamente dolida. Actuó, soy consiente de eso, desde ese lugar y no consigo nada. Pero me dedico con intensidad a pensar en arrancarte la cabeza del cuerpo, de sacarte las tetas con una tenaza, en cortarte las venas y ver si son vacías y violetas, comprobar que es minimamente humana, por lo menos por dentro.
Quiero herirla con fuerza, debería haber un veredicto primero, como un intento de entender un poco por qué hizo lo que hizo, por qué provoco esta destrucción masiva. Y por eso esta vez todo fue demasiado. Esta vez dejo caer con intención la pared que la aplaste, que la aleje, que me de cierta distancia deseando que con eso no pueda recibir ninguna señal de su asquerosa existencia.
Esto es un asesinato, no por un enojo infantil, esto es claramente, un hecho para transformar mi rabia en algo liberador para mí. Ahora ese ser es un vacío, una ausencia con un cuerpo pudriéndose. Ya nunca más podrá volver al mismo lugar, ni al mismo tiempo y nunca de nunca más volverá a estar en uno de mis pensamientos que no sea de vergüenza, crueldad o egoísmo. Yo para ese ser ya no existo pero no morí con su muerte. Sino todo lo contrario.

miércoles, septiembre 10, 2008

Deseos subversivos.




Envuelta en un grito mudo, en una desesperada búsqueda de la lucidez perdida, de mundos atravesados en donde no se encuentra más que mentira, en donde los problemas son adornados, indecibles en una almohada sin sueño.
Y aunque ninguno de estos meses, que ya pasaron del año, no me dejaron ser un buen síntoma ni me encontraron. A pesar y con todo esto encima deseo con todas mis fuerzas que aún me quede, que no se me haya pasado el tiempo.

viernes, septiembre 05, 2008

Mostrando lo que escondo.

Aparece ese cartelito que te anuncia conectado. Y en medio de un impulso, en una vergüenza impúdica y al borde de una inutilidad. Pienso que detesto que seas una soledad fría y cósmica. Un ser inabarcable, tan humano e irretornable. Un rostro confiable entre tanta porquería. Un personaje psíquico alucinante. Detesto que me provoques esta ternura erótica, que me tengas en esta insistencia contenida. Te detesto por estar lleno de buenas noticias y lastimaduras. Por dormir y ser un nuevo día para mí. Por darme verdades insolucionables que no tengo ganas de soportar. Por dejar que tus gestos de amor pongan eternidad en mí.
Verte conectado con semejante lejanía, ahora, me provoca una insuficiencia respiratoria. Todo endure, mi cuerpo tiembla y no puedo, quedo muda. Actuó como si no te percataras igual sé que es tensión de ambos lados. Y te detesto por dejarme sentir este miedo casi infantil de ser descubierta.
Como todas las noches me detengo ¡pero yo ya dije! Soy un proceso inconsciente, mismas miserias humanas, casi compartidas y con la piel negada, me hacen escribir. Salir de esa posición de excluida y de ese desecho melancólico que a veces se me da por ser.